Navidad en la Puna. Navidad en Belén. Nochebuena de los Collas. Nochebuena en Israel. La tierra donde nació Jesús debía ser muy parecida a la Puna. Al menos, nos gustaría que fuese así. Ustedes dirán.
En un rinconcito de la Amerindia, casi en el corazón, se encuentra enclavada la tierra de los Collas, la entrañable Pachamama de sus amores: es la Puna inmensa, solitaria, indiferente y antigua, grandiosa por su silencio. Contada y cantada por poetas y cantores, al son de erkes, quenas y charangos: “Tierra mía, ¿quién te hizo tan triste, tan grande, tan desierta y desolada?... ¡Ese viento que te sopla día a día, que hace perder tu horizonte… soy yo, que vengo de donde estoy, con los brazos abiertos para abrazarte…!”
Hace casi dos mil años, en un rinconcito de Israel, en medio del silencio y en la noche callada de Belén, “el Verbo se encarnó y puso su carpa entre nosotros”. Todos te llamamos Jesús y los Collas, con mayor ternura y cariño te dicen: “Changuito Dios”
Cada año al acercarse las fechas de diciembre, el mundo entero recuerda y celebra el misterio de la Navidad. También el pueblo Colla lo hace. Casi como nadie en el mundo. Con mucha delicadeza y enorme sencillez.
Permítanme que les diga: La Navidad fue pensada para todos los hombres y mujeres de la tierra, pero muy especialmente para los pobres, los humildes y los “condenados de éste mundo”
Jesús quiso nacer pobre entre los pobres, en medio del campo y rodeado de pastores y campesinos. Así fue la primera Navidad en Belén y así es la perpetua Navidad en la Puna. En el sencillo arte de los “Pesebres” y en la vida real del pueblo Colla.
Recordemos algunos detalles y pinceladas: el Changuito Dios nació en un pesebre, en el santo suelo y acunado entre cueros de ovejas y llamas; María, la pobre de Yavé, tuvo a su hijito en la más absoluta soledad y abandono de sus vecinos y autoridades; al igual que ella, las mujeres collas en muchas ocasiones, alumbran a sus “guaguas” en la mayor soledad, con la única presencia de sus esposos y alguna vecina buena y solidaria. Casi todo sucedió como en el portal de Belén. Hasta con burritos y vaquitas cercanas y algunos pastorcitos que ofrecen queso de oveja y leche fresca.
Y también como en aquel tiempo, la Navidad de la Puna se reviste de un paisaje triste y desolador, de injusticias y desigualdades, de soledad y desesperanza. Navidades truncadas y muertes prematuras de inocentes. En ésta bendita tierra muchos niños mueren antes del primer año de vida y hay cientos de niños desnutridos.
Las estadísticas muestran la dureza de la realidad, pero nunca debemos olvidar que detrás de cada número hay sueños e ilusiones que se pierden:
La mortalidad infantil en ésta zona es de 27,6 por mil,
La desnutrición infantil llega al 21 %.
La mortalidad materna es de 10,4 %
El 44 % de las familias no tienen cobertura de salud.
El 6,9 % de los niños nacen con bajo peso
Más de la cuarta parte de los Niños y jóvenes viven en hogares en situación de indigencia.
Ojalá pronto se haga realidad en la PUNA, la entrañable Profecía de Israel: “Ya no habrá allí niños malogrados ni changuitos que mueran antes de tiempo” (Is. 65,20)
Ése día el pueblo Colla recordará y celebrará la Navidad, tal como quería Atahualpa Yupanqui:
Ay Pesebre navideño, pesebre del altiplano.
Viento del Ande que sabes la pena del postergado
vuélvete a las cordilleras, monta tu caballo blanco
y galopa por el mundo contando lo que has mirado.
Dile de ése kolla mudo que toca quena y charango
Que reza en las Navidades con los ojos y las manos
porque le faltan palabras como le sobran harapos
Sólo la flauta de caña suspira el áspero salmo
La madre dice tres veces que el Niño traiga buen año.
Y aquel torito de arcilla y aquel corderito blanco.
Y junto al Niño moreno, la Virgencita de barro.
Gotas de luz en las velas, en un rincón de milagros
Y tras el patio, el inmenso campo y cielo, cielo y campo.
Ay Pesebre Navideño, Pesebre del Altiplano.
(Publicado en diciembre de 2006)